5 abr 2011


Querido Miedo:
Hasta hace bien poco la idea que tenía sobre ti era bastante mala, no sólo porque “el miedo” esté mal visto en esta sociedad, (es algo que hay que esconder para no mostrar lo vulnerables que somos y que se considera un lastre a la hora de conseguir cosas) sino porque tu presencia me causaba mucho daño y desazón en mi interior.
Pero descubrí hace apenas unos meses, que no eras tú quien realmente causaba ese daño en mi interior. Tú tan solo te manifiestas con una ligera sensación entre mi esternón y mi ombligo, que a su vez, al ser sentida desencadena las demás reacciones que hacen que el cuerpo esté alerta. Descubrí también que no era esa sensación la que me hacía sufrir en sí, sino la oposición que yo hacía para que no se manifestase, porque yo te creía un “individuo” indeseable, enemigo de la libertad y de mi propia paz. Así que era esa lucha la que me causaba la desazón y, muchas veces, la frustración de sentirme vencido y a merced de mi propio miedo.
Por pura casualidad me fue desvelado, lo que tal vez muchos ya sabían pero que yo no supe comprender: que tú no estás ahí para torturarme, sino todo lo contrario; estás para protegerme y cuidar de mí. Eres como una madre, o mejor dicho, eres un trocito de la Madre Naturaleza que nos ha hecho supervivir como individuos y como especie a lo largo de millones de años. Tú no eres malo, como tampoco lo es el hambre o la sed, lo malo son los peligros, la falta de alimento y de agua.
Querido amigo Miedo, tú eres quien me avisa del posible peligro y yo debo ser quien lo califique y actúe en consecuencia o lo desestime. Tal vez tú también seas capaz de aprender a discernir los peligros reales de los irreales (pues son estos últimos los que mas dañan y consumen la energía gratuitamente, ya que solo consigo dar golpes al aire cuando pretendo luchar contra mis fantasmas) seríamos una pareja ideal, si tú me avisases tan solo cuando hubiera un riesgo cierto y yo utilizara el esfuerzo justo para atajar los peligros.
Viéndote ahora como un amigo, como un aliado; cuando te siento en ese punto del abdomen y soy consciente de que estás ahí, ya no me siento desgraciado sino, al contrario, me siento afortunado de tener un amigo que vela por mí, y ya no se desencadena esa lucha destructiva para librarme de ti. Paradójicamente, saber que te tengo de mi parte, me hace sentir tranquilo y me anima a hacer cosas, que cuando te creía mi enemigo, me impedías hacer.
Ha sido todo un hallazgo el descubrirte como amigo y tenerte junto a mí y espero que el tiempo afiance nuestra amistad, que no nuble mi mente ni me haga creer lo que en el pasado creí.