Huele a lluvia... A barro mojado y remojado una vez más.... Al viento azotando los cristales empapados,... desgastados,... siempre fríos... A gotas resbalando al otro lado de la ventana,... como un lágrima que escapase de tus ojos y tocase mi alma y atravesase mi piel... Huele a días grises de invierno,... pero no a tormenta,... que se pasará enseguida... Huele a la estación de las lluvias en África,... a los calcetines constantemente mojados,... a los neumáticos que resbalan sobre el asfalto pegajoso,... como arrancando el alquitrán en cada rotación... Huele a pena... A aeropuertos con servicio interrumpido... A alcantarillas que rebosan,... que llevan hacia fuera lo poco bueno que quedaba escondido,... seguro bajo tierra... Huele a miedos de tsunami,... a miedos de ciénaga,... a miedo de coches atrapados en un lodo que no existe en la ciudad... Huele a oscuridad y a incompetencia.... A la impotencia del vacío y a las ausencias y a las carencias... Huele a botas de goma pisando los charcos.... A armarios cerrados,... doblados por la humedad... A leña que no prende y que se cubre de musgo... A aceras de losetas que resbalan... Huele a cansancio... A un día entre semana... Huele a persianas cerradas,... a mensaje en la botella,... a manos agrietadas por fregar con lejía,... a sinopsis... Huele a colillas y granizo... A naranjas caídas del árbol... A pelo y a piel y a saliva... Huele a rechinar de dientes,... a escalofrío,... a nevera desenchufada... Huele a niebla espesa,... de esa que cala,... que se cuela en el cuerpo... Huele a lluvia,...a lluvia,... nada más.